Pensé que cuando me muera me recordarás; y quizá llores
cuando me veas en la rigidez de mi ataúd, como en un leve dormitar. Cuando muera,
como en un sueño desagradable, querrás salir de la casa y correr hasta donde no
te atrape el recuerdo; sentirás y verás cómo te acompañé una mañana, muy
jóvenes. Cuando muera no me moveré, y tendrás miedo de verme dentro del
féretro, pues preferirás recordarme como era antes, con la mirada fija y ese
aire inquieto. Al final, cuando te hayas sobrepuesto y hayas respirado y secado
las lágrimas en tu rostro y, muy cerca del cajón, me contemples a través del
vidrio, verás cómo se forma una sonrisa en mi rostro.
2/8/2002
23:45
hrs.
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