lunes, 5 de enero de 2009

Mejor escribir cuentos

Kafka se ganaba la vida haciendo traducciones para la gente de su barrio. Un día fue a cobrarle al ebanista por un trabajo que la había tomado una semana. Llegó hasta la oscura y laberíntica quinta, subió un par de escaleras y tocó la puerta. El ebanista, un tipo con cabellos largos y grises, le hizo pasar al taller: un lugar todo oscuro, de igual madera vieja que las demás viviendas, mezclado con el olor de la madera nueva recién trabajada, con esos tallados que no merecían las casas que se caían por pedazos.

- Ahí está tu paga.
- Dónde.
- Esa madera que irá sobre tu puerta, como las casas decentes.

Kafka se acercó al pedazo de madera que tenía una inscripción: "CASA SOLIDARIA". Le pareció un nombre inconveniente, pero el ebanista le dijo que era el más correcto para ponerlo sobre el dintel de su puerta (casi todo el mundo tenía sus nombres grabados en igual metal dorado: "CASA DE BAUER", "CASA DE BENDEMANN", etc). Kafka pensó que lo iban a tomar por beneficencia, pero igual aceptó el pago en forma de tabla de madera tallada.

Salió un poco confundido del taller y dió una vuelta de más por los oscuros pasadizos hasta que vió a dos mujeres gordas al final de una escalera; las siguió y se encontró con un largo y angosto pasaje. Quiso volver a la quinta pero otra mujer detrás de suyo se lo impedía. Ellas arrastraban costales llenos de la basura más apestosa: restos de comida en descomposición; además iban sucias y parecían ladronas.

Al llegar al otro lado del pasaje, donde todo era un mercadillo de cosas viejas, se dió cuenta de que no tenía su madera tallada... las mujeres le habían robado. No se atrevió a acusarlas, sabía que no tenía las de ganar, pero igual caminó varías veces a través del pasaje, buscó en los puestos, llegó hasta el otro extremo donde terminaba el pasaje en un restaurant para pobres donde las mujeres de los costales servían platos de cebollas lavadas con pedazos de fruta mordida.

Salió de ahí, por fin, al desierto adornado con carros abandonados. Se fue con la firme determinación de no volver a ese lugar, de todos modos lo que le pagaban nunca le alcanzaba, y quiso buscar otra ocupación.

1 comentario:

Persepolis dijo...

Excelente... me ha encantado. Me ha gustado muchísimo, te atrapa... está muy bien, muy bien... Y me ha alegrado en este día soleado que para mí es increíblemente gris.