domingo, 4 de mayo de 2008

La burla del lenguaje

Cuando estoy solo, cuando la tarde se torna aburrida antes del crepúsculo, o cuando escucho música. Cuando observo al gato dormir en su misterio, cuando no sucede lo que quería, cuando el ambiente es el mismo de ayer, pero ayer fue un mañana de antier, aun cuando ambos ambientes ambiguos convergen en el hoy que se bifurca hacia atrás y hacia adelante infinitamente...
(Hay muchas cosas que no se pueden explicar -la mayoría son sentimientos e ideas- y lógicamente no pueden ser entendidas por nadie excepto por el que las siente o piensa. Tenemos códigos, pero éstos son interpretados a la manera del usuario, y aun con un mismo código no nos entendemos. Las ideas se pierden en el limbo intercerebral, y la desesperación ahuyenta a la lucidez. En un situación normal, cuando nos encontramos con otro ser humano, conversamos más con nosotros mismos que con aquel; y eso, aunque suene aterrador, es inevitable. Si existiera una pintura mágica que tornara visible lo intangible, y si la rociaramos en el aire que rodea a dos interlocutores, seguramente veríamos una gran cantidad de pequeños monstruos multiformes en una larga, confusa y estéril lucha por transitar de un cerebro a otro. Así le sucedió a Hitler: su idea no fue entendida -o fue malentendida- y finalmente él mismo se confundió. Aún hoy hay muchos quienes no entienden el mensaje de Jesús, su "muerte" y lo extrahumano que nos quiso transmitir. Puede ser que estemos embriagados de códigos artificiales, y de rutina, puede que en pocas décadas nos extingamos, y justo cuando caiga muerto el último de nuestra especie, desaparezca con él la confusión humana de la faz de la tierra. Extrañamos lo que nunca conocimos, eso es lo que nos sucede. Somos seres iguales y extraños entre nosotros, con mentes que casi siempre quieren ser puentes, pero que finalmente terminan siendo tristes espirales que, increíblemente, finalizan donde comenzaron. Ese es nuestro destino: vagar sin salir de nosotros mismos, buscando y temiendo a la soledad.)
Cuando una voz que recuerdo me transporta al pasado, cuando el frío aparece, cuando quiero decir algo pero ese "algo" me lo impide. Cuando veo unos ojos que permanecen en mí mucho tiempo, cuando me creo un fantasma y camino con los ojos cerrados, cuando pienso en alguien, en ese momento, hay algo que no recuerdo.

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