sábado, 17 de mayo de 2008

El juicio de Dios

Tenía que ir. Y fui caminando debajo del Puente Trompeta hasta llegar a la esquina izquierda. Entré en la calle y vi a dos tipos, uno de ellos tenía muletas y le faltaba una pierna; rápidamente me cerró el paso y me enjauló con las muletas contra la pared, así que le dije, en buena onda, "ya pues, no jodas... ", y el otro tipo intervino: "ya déjalo", y me dejaron ir. Les prometí un bate para cuando volviera a pasar por ahí.
Llegué a la casa de mi amigo y noté que su cuarto tenía una pared transparente de vidrio que daba a un balcón, y se podía ver el mar y un muro largo a la izquierda con un graffiti que decía: "el juicio de Dios". Vi a una niña, también con una sola pierna, y ella tenía un patín del diablo con el que se paseaba a través de la orilla. Mi amigo me invitó algo de comida y me fui.
Llegué a la casa de mi ex. Había mucha gente; parecía una fiesta; yo sólo iba por mis cosas. Ella no estaba, o estaba y nunca la llegué a ver. Alguien me dijo que mis cosas estaban en el cuarto de al lado. entré en el cuarto y al fin pude respirar, lejos de la gente que me había estado mirando mientras me probaba mi ropa.
Ya dentro del cuarto, me acerqué a una maleta abierta. Había adentro cosas salteadas, desde un perforador hasta cosas para el pelo. Vi algo que parecía una moneda antigua con la cara del César, la cogí y vi que tenía una cosa que sobresalía, era un perchero con dos caras, atrás tenía la figura de las dos máscaras, el símbolo del teatro: una cara que ríe y otra que llora, pero estaban sintetizadas en un solo rostro. Dejé el perchero ahí y sentí como una tristeza, como estar mirando cosas de un muerto, y el muerto era yo. Reconocí algunas cosas mías y luego desperté. Al pasar de los minutos fui olvidando casi todo el sueño, a medida que iba haciendo las cosas que me ordenaba el mundo, y ahora no sé qué hacer.

No hay comentarios: