domingo, 26 de octubre de 2008
Estaba caminando por el mercadillo de barranco, una zona misiaza, y me detuve en una tienda, donde una señora muy vieja atendía. Le pedí un par de panes y algo de jamonada... de pronto la vi y se había convertido en un gato, anaranjado, y ya no hablaba, así que me puse a decirle cosas, bromas que sabía no iba a responder con frases ni reclamos, pude aprovecharme de su estado maullante. La cosa es que cuando volteé la vista hacia otro lado noté que aprovechó para comerse la jamonada que me había despachado. Le dije que me dé la jamonada de nuevo, y así subió de un salto y cogió con las patas y el hocico (nunca le he tenido asco a los gatos) 4 pedazos de jamonada y los puso de nuevo sobre mis panes, pero se cayeron y los cogí casi en el aire, se mancharon de tierra de la pared sin tarrajear, y ya no me quiso cambiar la jamonada, tuve que limpiarla y ella se quedó sentada como se sientan los gatos, como adornos, y se veía más elegante que cuando era una pobre viejita con su delantal, mucho mejor, un gato a cargo de la tienda de abarrotes.
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